Los niños necesitan riesgo y aventura en el juego de forma innata

INCLUSO EN TIEMPOS DE CRISIS Y CORONAVIRUS…

Nunca antes habíamos pasado tanto tiempo en casa… Y espero que no tengamos que revivir muchos episodios más como éste. Pero si algo me está mostrando esta crisis sanitaria es cómo los niños necesitan riesgo, aventura, aire libre, correr, saltar…

Por supuesto, no es que sea nada nuevo o qué no supiéramos, pero sí que estar en casa y en un espacio limitado me está permitiendo observar cómo Terrícola intenta, con todos los medios que tiene a su alcance, recrear espacios y tiempos de riesgo y aventura.

Cuando le observo me llega nítidamente esa necesidad.

Tenemos un pequeño jardín que como mucho llega a medir 50 metros cuadrados. En ese espacio hay una casita de madera, un rinconcito para “cocinar” y hacer experimentos al aire libre, una zona de tierra que pueden manipular libremente y poco más, pues siempre he priorizado que quedara espacio libre para correr y moverse y no solo un montón de elementos de juego abarrotados.

Y en esta idea influía también el hecho de que tenemos un parque y naturaleza muy cercana en la que el peque ya podía columpiarse, moverse, tirarse por largos toboganes o trepar árboles.

Sin embargo, de forma excepcional para este tiempo tan singular hemos incorporado una cuerda que va de extremo a extremo y en la que hay ahora colgados un columpio, una hamaca, una escalera y una cuerda.

Pues bien, pasada la novedad de los primeros días con la hamaca o el columpio… Observo cómo constantemente modifica todo cuánto hay en el jardín para darle mayor riesgo y aventura, para comprobar nuevas posibilidades… Esto lo hace incluso en los espacios más simples.

Por ejemplo… Si se ha creado un charquito en el jardín le pone maderas encima e intenta moverla intentando no caer en el charco.

La casita del jardín que tiene una escalera para subir así como una trampilla secreta… No ofrece demasiadas emociones ya para un niño de 8 años, así que le pone troncos y ramas que van de la pared a la casita para buscar nuevas formas de trepar a la casita, que sean más arriesgadas, novedosas y aventureras (o, en todo caso, diferentes).

Aprovecha las paredes que delimitan el jardín para trepar por ellas. Se sube hasta lo alto de todo.

También modifica los columpios y cuerdas para darle más emoción. Por ejemplo, anudó la escalera de cuerda a la casita y ha creado como un pasadizo en el que trepar, agarrarse… no tengo ningún vídeo hecho pero la verdad que hay algunas cosas que hace que me parecen espectaculares.

Y así un montón de ideas y propuestas van desfilando por el jardín de casa.

No estoy valorando qué sean muy o poco arriesgadas. No se trata tanto de la dificultad que entrañan ni de la originalidad sino del impulso que nace de él para intentar retarse, para buscar nuevas metas, para combinar los elementos que hay en el jardín buscando nuevas opciones y posibilidades, para darle aventura a su día a día.

Y esto me conecta con la idea de que muchos niños viven en su vida cotidiana sin posibilidad de vivir estas situaciones de aventura. Sin poder realizar actividades que impliquen cierto riesgo (entendido en un sentido positivo, como te contaba en este artículo), para poder calibrar así sus capacidades, para ponerse metas que superar y para jugar con su entorno, creando nuevas posibilidades de juego.

Una gran legión de niños vive en nuestro país encerrados entre 4 paredes. Cuando salen al exterior lo hacen en patios de cemento o parques de caucho, dónde las propuestas son bastante monotemáticas y lineales. Además, las estructuras de juego son fijas, están ancladas con cemento, no hay elementos que se puedan manipular ni transportar para jugar con las posibilidades de ese ambiente.

Después llegan a casa y buscan, lógicamente, esa aventura y creatividad en el hogar, ya sea saltando en el sofá, en la cama, trepando por las barandillas, anudando cuerdas aquí o allá, moviendo sillas y cojines…

No todos los adultos ven con buenos ojos todo este movimiento dentro de casa… Pero pienso ¡qué lógico y qué sabios estos niños! Porque un poquito de riesgo, creatividad y aventura son necesarios en la infancia. Buscar esas situaciones son pulsiones innatas que ayudan a los niños a calibrar los riesgos y sus propias capacidades, que favorecen la autoconfianza y la resiliencia.

Ese juego de riesgo y aventura es un entreno para las propias habilidades, que reduce lesiones futuras no solo porque los niños están más en forma sino porque son conscientes de qué pueden hacer y han aprendido a cuidarse y a valorar las distintas situaciones.

Espero que este tiempo extraño de confinamiento os lo esté mostrando también todavía con más claridad y que a la fin de esta etapa tengamos claro cómo de importante es buscar espacios dónde la aventura pueda tener lugar.

La buena noticia es que la naturaleza es gratuita, que ofrece esta multitud de retos y posibilidades y que, por si fuera poco, es lo bastante amplia para que, en caso de que siga siendo necesario, podamos mantener las distancias de seguridad.

Esto último lo digo un poco en tono de humor (o no…). Porque la risa es otra herramienta fundamental para estos tiempos de crisis, jeje.

Pero sí deseo que en un futuro cercano todos los niños tengan la oportunidad de ir y disfrutar de la naturaleza, de moverse, de trepar árboles, de coger palos y piedras y crear historias, estructuras y aventuras con ellos, qué valoremos lo importante que es pasar tiempo al aire libre tanto por salud física como emocional. Que la naturaleza es un espacio que acoge a todos y ofrece posibilidades y retos a cada niño (y adulto) según sus necesidades.

Un abrazo,

Clara

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1 comentario en “Los niños necesitan riesgo y aventura en el juego de forma innata”

  1. Si hay algo que me hace recordar todas las semanas al maldito Eco es cuando mi mamá entra a mi pieza a “ordenarla”. Me pongo a pensar en lo loco que es que, en esos casos, el concepto de entropía está ligado directamente al orden. Es que ella no entiende la comunicación que establezco con mi desorden: lo conozco de pies a cabeza, sé que partes lo componen y donde está cada una de esas partes. Para mí, el desorden es mi orden. Entonces cuando ella interrumpe todo ese proceso comunicativo, y acto siguiente, pone cada cosa en su lugar, genera un desorden tal que después, cuando intento buscar algo que deje la noche pasada al lado del peluche que está en el tercer estante de mi pieza, no lo encuentro. Y me la paso buscando, acto seguido me resigno, para culminar yendo a buscar a mi mamá y termine todo con la frase “te dije que si yo venía lo encontraba”. ¡Y SI, ¡SI INTERRUMPISTE MI PERFECTA COMUNICACIÓN CON TU ENTROPÍA, DESORDENASTE MI DESORDEN CUANDO LO ORDENASTE! “Estaba en el lugar, por eso no lo encontrabas. Si vivís en el desastre” continúa mi mamá. Pero, vieja, como dice también el autor: “El infierno es el paraíso visto desde la otra parte”. ¡Que decepcionada estaría Eco de vos mamá!

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